BOLIVIA X 2
Por: Mónica Heinrich V.
Todavía
recuerdo cuando era adolescente y el cine nacional era algo anhelado, soñado,
una quimera a alcanzar. Cada muerte de un Papa salían una o dos películas
filmadas con mucho sacrificio y esfuerzo, podían ser buenas o malas, pero
siempre dentro de un rigor técnico.
Sí,
como espectadores NO podíamos ver cine nacional y lo extrañábamos. Los
fantasmas, las miserias, las epifanías que los bolivianos podríamos exorcizar a
través del celuloide eran pequeños milagros.
Luego
vino el cine digital y la huevada se democratizó, se volvió una prostituta a la
que todos agarraron. Ya no hubo pequeños milagros, sino una promiscuidad en la
que cualquiera tuvo una camarita y se autodenominó cineasta. Y como
autodenominados cineastas, hicieron películas, y como hicieron películas las
exhibieron en el cine, y como estaban en el cine, fuimos a verlas…y ahí fue
cuando la realidad nos cacheteó y nos dijo que ahora el problema no era la
ausencia de películas, el problema era VER cine nacional.
Creo
que nadie está en contra de que la gente cumpla sus sueños y filme lo que quiera,
lo exhiba donde le de la gana y sea feliz, pero como espectadora me ofendo al
pagar lo mismo por una película de mala factura, donde los blancos están
reventados, donde el moire y el flicker están por todas partes, y donde las
actuaciones son lamentables, con guiones absurdos, que por otra que sí tiene
esos elementos resueltos. Es como pagar lo mismo por un filete vencido que por
uno cocinado en un restaurant de tres tenedores.
Y
habrá quien crea que el hecho de que se haga una “película” ya merece aplauso,
que el que alguien se pase el tiempo escribiendo, filmando, una mala película y
que encima la proyecte en cine y le cobre a la gente por verla, ya es el logro
de la vida. No, señores. No. Basta de la mediocridad en que se esconde gran
parte de la movida cultural boliviana para justificar lo injustificable.
Mientras
no se haga cine competitivo que apunte a traspasar el efímero orgullo de la
alfombra roja y las palmaditas en la espalda de los amigos/familiares, no hay
camino que transitar. Mientras no se aspire a llegar a los festivales y a la
distribución internacional, o mientras no se aspire a conseguir un producto de
calidad mínima que valga la pena el costo de la entrada, no queda nada más que
una pequeña (pequeñísima) burbuja llena de espejos.
Y ya
para culminar el año, un mal año, otro mal año, los cines del país tienen en
cartelera dos películas nacionales: Las bellas durmientes, de Marcos Loayza y
El juego de la silla, de Jorge Sierra.
Hablaremos
de lo bueno y empezaremos con Las Bellas Durmientes.
ESPEJITO, ESPEJITO…
El
director Marcos Loayza pertenece a los grandes nombres del cine nacional, el
grupo del que forma parte Eguino, Agazzi, Sanjinés, Valdivia, etc.. Loayza le
dio a nuestro cine un clásico: “Cuestión de fe” y desde entonces todos
esperamos que otro clásico llegue tarde o temprano.
Luego
vendría Escrito en el agua, y más tarde El Corazón de Jesús. En la primera, era
difícil reconocerlo, fue una película por encargo y a pesar de ser una
coproducción argentina que en términos técnicos no había mucho que reclamar, en
su conjunto fue fallida y difícil de ver. La recuerdo poco, y aún tengo el VHS original.
En la segunda volvimos al imaginario Loayza con fuerza, y aunque nuevamente la
película no se terminó de cocinar, superaba a otros amagues nacionales.
Años
después, el cineasta paceño regresa con Las Bellas Durmientes en lo que supone
el quiebre de varios paradigmas: Uno, su incursión en un largometraje de ficción
en la era del cine digital, terreno resbaladizo para cualquiera. Y dos, que por
primera vez su narrativa se traslada a Santa Cruz y se arriesga a hablar sobre
una ciudad que no es la suya.
Santa
Cruz aparece como gran protagonista, con sus modelos, con el culto a la vanidad
y con una policía que revela todas sus miserias y limitaciones. Dicha
representación recae en la figura del cabo Quijpe (Luigi Antezana), y en gran
medida en su antagónico: el Sargento Vaca (Fred Núñez).
El
argumento gira en torno a una conocida modelo que es asesinada, y la Unidad de
Investigaciones Especiales de la Policía necesita encontrar al asesino o en su
defecto un chivo expiatorio. Siguiendo una lógica muy paupérrima, el Sargento
Vaca inculpa al novio. Con el novio en la cárcel los asesinatos continúan y el
único que parece preocupado por resolver el caso es el cabo Quijpe. La película
deambula por la comedia y el suspenso y un atípico (muy boliviano) policial. La aparición de pistas
que lleven al espectador a acompañar el periplo del abnegado cabo, terminan de
pintar el argumento. Ya hacia el final, un mensaje aleccionador sobre la
realidad nacional termina de redondear el asunto. Sí, Bolivia es un país donde
pasan un montón de “cagadas”, y donde el sistema está tan corrupto que se pasa
a la justicia por el traste. Nada más coyuntural. Free Willy, digo Ostreicher.
Todo
bien. Si algo hay que agradecerle a Loayza es que después de la debacle de
malas filmaciones (grabaciones para ser correctos), peores proyecciones y
escandalosos guiones, Las Bellas Durmientes cumple con un rigor técnico que
pocas películas nacionales han priorizado en los últimos años.
Y en
ese sentido, asistir a un aceptable/esmerado uso del digital es un bálsamo para
el apaleado ojo del espectador, y claro, el oficio de Loayza como cineasta
destaca, destaca en los aciertos que tiene el filme, en algunos climas que
consigue, en escenas logradas como la de los manazos, y hasta en el
cinematográfico final delante de la pantalla LED.
Hablando
en términos generales, el trabajo de Loayza entretiene, y tiene elementos
técnicos cuidados, donde podemos ver un trabajo actoral relativamente parejo en
Antezana, Núñez, Jovero, Salinas (aunque muy bajo en alguno de los secundarios)
y un argumento que aspira a algo más que a la estupidización de la masa.
Pero
no es suficiente.
Las
excesivas tomas áreas, la música que comentaba todo y además de una manera muy
ochentera, algunos huecos del guión como SPOILERS (el que no la ha visto que
salte al siguiente párrafo) lo de las muñequitas que nunca se cierra ni para
bien ni para mal, o lo de la pregunta sobre la vanidad que al principio parece
una parodia o algo retórico pero con las acciones subsiguientes queda claro que
era “pregunta clave con respuesta clave”, o lo del fotógrafo que después de
cagarse en el pobre Quijpe se da el trabajito de ir a dejar el sobre con las
fotos o lo de la cantada autoría del crimen que aunque se necesite darle esa
resolución a un espectador menos exigente, me quedó como muy pegado con moco,
así como las motivaciones de los crímenes, o la forzada relación con los
cuentos de hadas, … FIN DE LOS SPOILERS; la fotografía a cargo del talentoso Gustavo Soto, experto en la Canon D5, que no terminó de cuajar y que
a ratos daba la impresión de un telefilme; las modelos como elemento
absolutamente ornamental de la historia (atención al pestañeo de una de las
“muertitas”) y un montaje al que le
faltó ritmo (las tomas áreas además de excesivas fueron muy largas), hacen que
no podamos enmarcar a Las bellas durmientes como una película que sorprenda.
Creo
que el problema (para mí en específico) va por dos caminos: 1) que es una
película de Loayza y no de un tipo que está haciendo, a decir del honorable
prefecto Costas cuando habló sobre Cuestión de fe, su “primera ópera prima”,
entonces el compromiso es mayor y como público espero más y 2) que haciendo
comparaciones odiosas, sí podemos decir que es la mejor película nacional del
2012 (me falta ver el documental de Diego Mondaca) pero es porque el nivel es
tan bajo que dan ganas de arrancarse los ojos y echárselos a los chanchos, el
tema no es compararse con las huevadas que están sacando como anticuchos, sino
ver si hay un nivel competitivo que lleve al filme fuera de nuestras fronteras
o la ponga a la par de las producciones latinoamericanas que sí están dando que
hablar en el mundo.
Así
que no, no se trata del mejor trabajo de Loayza, ni de un filme que causará impresión afuera. No
posee los elementos argumentales ni técnicos como para que eso suceda. Dentro
de Bolivia sí es una mejoría que se agradece en todos los sentidos, pero Las
bellas Durmientes resulta más una película de transición dentro de la carrera
de Loayza, que seguro tendrá su público y que permitirá un momento de solaz al
boliviano común y corriente.
Nos
deja claro que las nuevas generaciones (exceptuando dos o tres nombres) no
conocen el rigor y que aunque se trate de una transición, Loayza filma con la
seriedad que tanto se extraña estos días.
HELADERA FREGADA
Lo
malo y lo bueno puede ser subjetivo. Depende de gustos, depende de experiencia,
depende hasta de estados de ánimo, cuando ves una película donde existen todos
los elementos necesarios para llegar a una difusa línea entre lo bueno y lo
malo, se permite la duda, pero cuando los elementos que tenés delante realmente
no funcionan ya deja de ser subjetivo y se entra más que en el terreno de la
valoración, en la descripción.
Ejemplo:
Una heladera que no enfría o que la puerta no cierra o que la luz no enciende,
está fregada y punto. Sin medias tintas.
Lo mismo
sucede con una película, si al verla falla el sonido, la fotografía, la
post-producción, las actuaciones, la dirección, el guión, no hay nada que
hacer. Así que me voy a limitar a la descripción, porque en estos casos no se
puede hacer otra cosa.
El
juego de la silla viene apalancada con el gancho: “De los creadores de El
Ascensor”, slogan que se sirve del éxito obtenido por Tomás Bascopé quien
dirigió y escribió la cinta en cuestión. BolAr fungió como productora y en El
Juego de la Silla, el productor de El Ascensor,
Jorge Sierra, toma la batuta y dirige lo que supone su ópera prima en
largometrajes.
El
Ascensor gustó a mucha gente, pero en su momento yo misma dije que me parecía
un ejercicio cinematográfico que estaba aceptable en aspectos técnicos pero al
que todavía le faltaba mucho, con El Juego de la Silla, muy a mi pesar, no
podemos decir ni eso.
Desgraciadamente,
me tocó ver una de las peores proyecciones de cine nacional que he visto en las
últimas épocas, había momentos en los que la piel de los actores se veía verde
y con unos blancos reventados por todos lados que no sé si obedece al setting
de la cámara o a la corrección de color o a la copia que hicieron para la
proyección. Igual, es también un llamado de atención para el Cine, porque es responsabilidad compartida permitir que una película se esté exhibiendo en esas condiciones.
Además de los problemas audiovisuales (el sonido no estaba bien tampoco), la trama
no ayuda mucho. Entiendo que el objetivo es hacer un cine más comercial, cuyos
elementos sean accesibles a todos sin pajearse en reflexiones, pero El Juego de
la silla fracasa en todas sus pretensiones: Un grupo de amigas deciden alejarse
de la ciudad en época de carnaval para ayudar a una de ellas a olvidar a un mal
amor. En un complejo de cabañas campestres se topan con Lucio (José Miguel
Lijerón) y su hermana Ana (Vanessa Fornassari) quien padece de Síndrome de
Asperger.
La
película tarda casi una hora en entrar al tema por el que todos van al cine (el
suspenso prometido) y una vez lo hace, los flojos elementos que la condimentan
provocan bostezos y en mi caso, algo de exasperación por lo que veía en
pantalla. No sé hasta qué punto, pero creo que teniendo en cuenta que el mismo
Jorge Sierra y Miguel Manchego hacen la fotografía, un buen director de
fotografía hubiera ayudado a no hacer la experiencia tan dolorosa. Ni hablemos
del tratamiento que hacen del Asperger o de algunos pasajes de la película
donde se hace muy muy difícil de ver.
Las
actuaciones son otro punto flaco, y eso que los involucrados son gente
realmente talentosa que podría dar más, pero cuando todo está en contra ni el
mejor actor del mundo se salva.
Si
hay algo para rescatar sería simplemente las ganas, el empeño y por ahí la
capacidad de promoción que han tenido, pero más allá de eso y de tener que
escribir esto sobre gente que conozco y hasta admiro en otras áreas (Fornasari,
Bessolo, Sicodowska hacen un hermoso trabajo con Libélula; Lijerón es un chico
trabajador que le mete power a lo musical, Gisely Hernández se está abriendo
camino en la actuación, etc.), El Juego de la Silla es una raya más a ese tigre moribundo llamado cine nacional.
FUTURO, VEN A MI
El
otro día leía una nota donde se hablaba de que este año se habían estrenado
entre 10 a 15 películas nacionales, yo
me preguntaba: CUALES y si esa cifra es cierta lo único que arroja es que no
hay industria cinematográfica de la que jactarse, sino números mentirosos en
los que se cuelgan productos que en otros lugares difícilmente se proyectarían
en una sala comercial.
Toca
esperar el 2013, esperarlo con optimismo, con esperanza, con esa ilusión ñoña,
visualizarme un día sentadota en una sala de cine para ver una película
nacional…sin tener que preocuparme si está mal fotografiada, mal actuada, mal
montada, mal post-producida, sino simplemente me preocupará si está mal
contada. Más o menos como sucede con las pelis de afuera…con las que sí o sí
hay un rigor técnico sobreentendido.
Mientras
tanto…esito sería.
LAS BELLAS DURMIENTES
Lo mejor: Buena calidad técnica, en la premier se proyectó desde DCP, cosa que se agradece INFINITAMENTE. Y ya en su copia de BluRay se veía muy decente también.
Lo peor: que le termina faltando algo...y cuando recién comienza a despegar en la parte de más contenido o de enganche con los personajes, zas! se acaba.
La escena: la de los manazos.
Lo más falsete: no me gustó la escena de la comida en la pollería, muy coreografiada, la analogía tan evidente con los cuentos de hadas...y la escena entre Quijpe y el fotógrafo (última).
El mensaje manifiesto: No importa el culpable, sino cerrar el caso.
El mensaje latente: Los Quijpes de Bolivia trabajan en condiciones lamentables.
El consejo: Vela, se puede disfrutar.
El personaje entrañable: Quijpe
El personaje emputante: Diría que el fotógrafo (por obvias razones no puedo odiar al Sargento Vaca)
El agradecimiento: Que le hayan puesto seriedad y a pesar del bajo presupuesto se preocuparon porque lo técnico esté cubierto.
EL JUEGO DE LA SILLA
Lo mejor: Hay ganas e ilusión. Siempre un equipo de trabajo merece reconocimiento, a pesar del resultado.
Lo peor: doloroso verla.
La escena: ...
Lo más falsete: ...
El mensaje manifiesto: Con las ganas no alcanza
El mensaje latente: ...
El consejo: ...
El personaje entrañable: ...
El personaje emputante: …
El agradecimiento: ...