lunes, noviembre 10, 2008

“El único Dios es el sexo”
Por: Mónica Heinrich

“…sacrificando todo a la voluptuosidad es como el desgraciado individuo conocido bajo el nombre de hombre y arrojado a pesar suyo sobre este triste universo, puede lograr sembrar algunas rosas en las espinas de la vida”.



El día viernes, sábado y domingo de hace dos semanas se llevó a cabo una singular presentación teatral. Desde Brasil llegaron Los Sátyros para poner en escena una obra controversial: Filosofía en la alcoba, basada en los textos del irreverente Marqués de Sade.

Debo confesar que la decisión de asistir a tan inusual espectáculo fue tomada al calor del morbo. Claro, la promesa de desnudos, escenas sexuales y la recomendación de no ser apta para menores de 18 años, debe haber seducido a más de uno.

Es así que el domingo 31 a las 20:00 estaba sentadita en mi silla, con muchas expectativas y un poco más pobre (después de pagar 100 Bs. por la entrada). Había leído Filosofía en el tocador (la obra literaria) hace muchos años, antes conocí Justine o los infortunios de la virtud, donde aparece por primera vez Juliette (hermana de Justine) y que será una de las protagonistas de Filosofía en el tocador. El texto relata la iniciación de una noble doncella en el mundo de la perversión. Además de descripciones muy al estilo Sade, el autor se da el lujo de ir contra el estado, las leyes, la religión y la figura materna.

Bajo ese contexto, y tomando en cuenta lo afilada y retorcida que era la pluma del polémico Marqués, es que me moría de curiosidad por ver hasta dónde llegarían los brazucos…hasta dónde retratarían ese mundo oscuro, decadente y perverso.

Si quería sentir la decadencia del mundo sádico, no salí decepcionada. En el escenario se veía una cama, un espejo, y dos sillas…los colores nos remitían al ambiente sórdido de un burdel. Para cuando dieron las 20:30 y la sala estaba nutrida de otros morbosos espectadores, el espectáculo comenzó.

Una pequeña introducción con palabras de Sade que también aparecen en el libro, amparada por la oscuridad y la luz de una linterna, nos dio el primer pantallazo de lo mucho que se habían arriesgado los actores para hacernos entrar en ese mundo. La tenue linterna nos mostró directamente un fellatio, así como masturbaciones varias. Todo matizado con música acorde y el grado necesario de oscuridad para que el público “intentara ver más”.

Se escucharon algunas risas incómodas, mientras yo aguzaba la vista para no perder detalle. Luego se presentaron los personajes. Juliette, su hermano, Dolmancé, El caballero, la señora Mistival, y Eugene. Eugene virginal, y recién salida del convento, pero con la perversión anidando en su casi adolescente espíritu. Juliette la maestra, que junto con Dolmancé (experto en sodomización) se encargarán de instruirla, de manera muy gráfica.

La puesta tuvo aciertos y desaciertos, quizás el texto pudo haber sido una base sólida para mostrar sordidez, pero al mismo tiempo crear escenas más poéticas, aquí la dirección se juega por ponerlo de la manera más crasa posible. Los desnudos están totalmente justificados, aunque hay un par de escenas que debe haber dejado traumado a algún incauto.

Lo “criticable”, viene a ser algo totalmente subjetivo, que entraría dentro del gusto personal, eso tiene que ver con lo grotesco de casi toda la puesta, que es justificada, también, desde la perspectiva (que como ya resalté) tomó el director de esta obra.

Un montaje que no escatima recursos, ni efectos para que el público no lance ni un solo bostezo. Ahí estábamos todos con el ojo pelado. Actuaciones dignas a excepción de un par de actores que a comparación del nivel de los otros, estuvieron un poco bajos, pero en general se trataba de actores experimentados que tuvieron la responsabilidad de interpretar papeles tan jugados como un personaje de Sade.

La obra duró en total hora y media, hora y media donde, para mi sorpresa, nadie salió de la sala. Será que todos sabíamos qué fuimos a ver. Todavía recuerdo la obra Madame de Sade, que trajo el grupo chileno Circo Teatro hace ya sus buenos años, en esa ocasión la sala fue un constante éxodo.

Aquí no, todos sentaditos, expectantes, intentado seguir los textos que eran escupidos mitad en español, mitad en portugués…risas nerviosas de algunos, gente que se miraba sobresaltada, pero todo en cálida armonía. El marqués de Sade hubiera estado orgulloso.

El autor escribió estos textos posterior al Reinado del terror, luego de haber pasado muchos años en la cárcel, conocida ya su reputación de libertino, pervertido y violento. Así como en el texto, la obra teatral tuvo pasajes dedicados a la crítica descarnada que el marqués hizo sobre la justicia, las leyes, el estado, la religión. La puesta incluyó cada pasaje con una postura sexual explícita.

El calor en la sala era casi insoportable, la música encuadraba perfectamente ese ambiente retorcido y perturbador del que uno se empapa cuando lee los escritos del “divino marqués”. En un determinado momento la obra literaria se separa de la puesta que estamos viendo. La obra teatral va más allá y termina poniendo una escena tipo Psicosis (Hitchcock) para rematar todo lo dicho. La madre de la doncella corrompida llega a buscarla, a rescatarla de semejante escarnio. La hija, comedida, le da muerte para complacer a sus maestros perversos.

La obra literaria, más realista, nos muestra a los libertinos sumidos en su placer, dejando ir a la madre de Eugene después de someterla a diversos vejámenes.

La obra teatral, inserta hasta un plato metálico de donde nuestros tres protagonistas aspiran líneas de cocaína.

La obra literaria, termina con una “corrida” generalizada.

Luego el público intentó un tibio aplauso como recompensa a los actores que literalmente, se dejaron la piel en las tablas. Una vez se encendieron las luces, nos miramos confundidos, esperando que otra vez aparezcan a saludar, cosa que no sucedió.

Cada quien se fue por su lado. Y aunque no se trata de una gran obra, ni excepcional, ni siquiera una que provocará una ovación, se podría decir que no deja indiferente a nadie, y eso ya es motivo de gratitud en tiempos que todo parece más de lo mismo, y lo políticamente correcto se presenta bajo la forma de obras con moraleja incluida.

Nada como el marqués de Sade para sacarnos de la monotonía.

Lo mejor: Irreverente.
Lo peor: No es una gran puesta, pero cumple.
La escena: Cuando un actor que durante toda la obra fungió de ornamento, completamente desnudo, quedó en una posición tal…que es hasta indescriptible.
Lo más falsete: Algunas actuaciones y el español que no manejaban bien, aunque se esforzaban.
El mensaje manifiesto: El dolor es placer
El mensaje latente: En el fondo de la más inocente criatura puede anidar un ser perverso.
El consejo: En otra no te perdás estas cositas.
La pregunta: ¿Un día algún artista local se animará a montar algo jugado sobre Sade?

Fotos: www.teatroensantacruz.com

Ficha técnica

Dirección: Rodolfo García
Elenco:Andressa Cabral, Evelyn Ligocki, Marta Baião, Beto Bellini, Diogo Moura, Henrique Mello, Ruy Andrade
Texto: Rodolfo García Vázquez, a partir de la obra homónima del Marqués de Sade
Iluminación: Flávio Duarte Sonido: Poeta Queiroz Filho
Escenografía y vestuario: Marcelo Maffei Producción ejecutiva: Evelyn Ligocki

martes, noviembre 04, 2008

LA PIANISTA
Por: Ana M. Cortés

Dicen que cada persona es un mundo y cuando este "mundo" se hace escritor las vivencias que plasma en la hoja en blanco suelen corresponder con su forma de vida, crianza, ambiente, deseos, frustraciones, etc..
Es así que existen escritores como el Gabo, como Borges, como Sartre, o Cortazar. En el mundo femenino no será lo mismo leer a Silvia Plath que a Storni o a Woolf, hmmm...como que me quedé encasillada en escritoras suicidas no?

No tengo idea cómo ha sido la existencia de Elfriede Jelinek, pero seguro no la abrazaron mucho cuando era chica. Las letras de esta escritora austríaca se transforman en una especie de bate con el que constantemente golpea al lector. En su universo no existen concesiones, no existe la ternura, ni la belleza sólo la sordidez, la dureza, lo perturbador. La Pianista es una gran gran gran obra, pero muy difícil de leer, muy complicada de absorver y quizás demasiado dolorosa en algunos momentos.

La prosa de Jelinek es desprovista de humanidad, por lo que no existen diálogos, sólo una narración cortante y fría de lo que sucede. Erika es una profesora de piano frustrada porque no pudo ser una gran concertista. Por esas tragedias de la vida su única relación afectiva es su madre, una mamá autoritaria...hmmm DICTATORIAL. Desde niña esta señora le ha controlado hasta la última milésima de aire que respiraba...siempre destruyendo su autoestima, su sensibilidad y cualquier vestigio de ternura que pudo cobijar en su pecho.

Ahora que es una mujer, Erika es un ser amargado, rencoroso, que se pasea por el mundo sin ganas de vivir, respondiendo a su cotidianidad pero sin querer salir de ella. A través de la novela veremos cómo Erika está convencida de que su profesión debe ser frenar el talento de cualquiera de sus alumnos, con esa mala fe propia de algunas personas ya no de la ficción sino de la realidad.

Además, la pianista es conmovida por la admiración de un joven alumno suyo que, a pesar de la excesiva dureza de la profesora, siente una gran atracción hacia ella. Desgraciadamente Erika nunca ha tenido una relación sana y normal con nadie, entonces el flechazo desemboca en situaciones muy dolorosas, en algunos momentos desesperadas.

Jelinek describe con maestría los vaivenes de esta maestra de piano angustiada y atormentada. Sin uno darse cuenta se envuelve poco a poco en lo asfixiante de la trama...por lo que se hace necesario un respiro de vez en cuando. Lo que pudo ser una historia de amor, o un soplo de esperanza en la vida de este ser anónimo al que Jelinek llama Erika es simplemente una prolongación más dramática de la agonía en que se desarrolla su existencia.

Cuando preguntan lo bueno, no sé qué decir...a nivel de relato te deja un sensación muy fea, muy oscura, muy densa...la forma en que la ganadora del nobel escribe tampoco ayuda mucho, su historia es el reflejo de su estructura narrativa...A diferencia de otros escritores en que incluso podés sentir un relato angustiado, doloroso pero apasionado...La Pianista exhibe una narrativa desprovista casi de...hmmm...humanidad, creo que no he leído a alguien que escribiera tan duro, tan ajeno a la artística de lo escrito, tan distanciada de lo "bello"...creo que la palabra que mejor la definiría es acidez y por momentos, crueldad...

Esto no es malo, pero tampoco sé hasta qué punto es bueno... Por eso cuando tengo que decir lo malo, no sé muy bien qué poner...porque el relato y la forma de escritura son duros, pero la vida es dura también...y quizás no sea cierto aquello de que el arte tiene que saber mostrar lo terrible de una forma bella...Entonces, Jelinek le deja al lector una obra tremendamente perturbadora pero muy muy profunda...en ese retrato angustiado de la desolación y la fragilidad de Erika...está su veta humana. No importa que todo parezca decir que hemos pagado unos cuantos $$$$ para que nos aprieten el corazón sin sentido...a veces es mejor ser sacudido que responder con indiferencia.