Bolivia o el auge del consumismo (por favor, lea bien, no escribimos comunismo)
A estas alturas del campeonato, nadie tiene la menor duda de que en Bolivia está ocurriendo una revolución, en vivo y en directo, y en tiempo real: la revolución del consumismo. Evo quiere ser consumido y hace de todo para lograrlo; se pone chompas colorinches y chamarras con motivos tiawuanacotas; se disfraza de sacerdote aymara; reduce su salario de presidente; se pone soberbio y estridente; cuando las papas queman, rectifica a medias; “nacionaliza” los hidrocarburos sin quitarle nada a las transnacionales; puro bulla; con milicos, himnos y banderas; inicia una “revolución agraria”, con marchas, shows y espejitos; el tiempo de las cosas pequeñas, como escribiera Sergio Almaraz, el papá de Alejandro; por último, transmisión gratis del mundial de fútbol (¿circo en lugar de pan?). Todo ello para qué: sólo para ser consumido por los electores de la constituyente. Y al pueblo “de a de veras”, “que se lo coma la cochi”. La verdad es muy solemne y mentirosa. El humor: libertario y transformador. Nosotros también queremos ser consumidos!!
En un plano más serio, pero siempre en el ámbito del consumismo y del peligro totalitario, y en homenaje a los libres del mundo (se unan o nó), transcribimos un artículo sobre Pier Paolo Pasolini y su visión crítica de la sociedad de consumo. Cualquier semejanza con lo que ocurre en nuestro país es pura coincidencia. El artículo fue publicado en la sección cultural del periódico Folha de Sao Paulo, el 06.06.06. Lo publicamos en español gracias a la traducción de Theotonio Liberato.
São Paulo, terça-feira, 06 de junho de 2006
Para Pasolini, el nuevo fascismo era la propia sociedad de consumo, de la cultura de masa Como parte de una muestra de las películas de Pasolini y de una exposición que termina el próximo día 20, en Lisboa, la Cinemateca Portuguesa publicó un bello catálogo ("Pier Paolo Pasolini, el Sueño de una Cosa") a cargo del crítico e investigador Antonio Rodrigues. En uno de los textos, Bernardo Bertolucci cuenta como conoció al poeta y director de "Teorema". Y cita una de las frases más terribles y polémicas del cineasta: "No hay plan de un verdugo que no sea sugerido por la mirada de la víctima".La frase está en un artículo publicado en el "IL Mondo", en 1974, poco más de un año antes de que Pasolini fuera brutalmente asesinado. Corresponde al precepto psicoanalítico de que el deseo de un sujeto es siempre constituido por el deseo de otro pero también al pensamiento de Sade, en cuyos textos Pasolini se basó para realizar su último film, "Saló". El cuerpo lacerado del cineasta fue encontrado en la playa de Ostia, cuando ese film aún no había sido lanzado en Italia.En un texto sobre la guerra civil en Angola, el polonés Ryszard Kapuscinski alerta que nunca se debe mirar a los asesinos en los ojos, para que no se sientan desafiados. El consejo viene de un reportero con experiencia de sobrevivir a los puestos de control de los guerrilleros más sanguinarios en el interior de África y de alguna forma corrobora, por un sesgo inusitado (y práctico), la frase de Pasolini.No es fácil entenderla. El poeta y cineasta, él propio víctima de la violencia más indignante, no la usaba para justificar al verdugo por ambivalencia sadomasoquista, mucho menos para defender el fascismo. Al contrario, intentaba entender y hablar de lo que nadie quería oír, de tabúes que, mientras permanezcan como tales, van a permitir que verdugos y fascistas continúen siendo fabricados. Buscaba mostrar que el fascismo puede estar en los que se proclaman antifascistas. Así como en el supuesto progresista se puede esconder el peor de los reaccionarios."Defiendo lo sagrado porque es la parte del hombre que menos resiste a la profanación del poder, la más amenazada por las instituciones de la iglesia. (...) El signo sobre el cual trabajo es siempre la contaminación" (entre opuestos). Comunista entre católicos, homosexual entre comunistas, antinacionalista entre patriotas, militante al mismo tiempo de lo sagrado y de lo profano, hereje doquiera que estuviese, Pasolini fue atacado por todos los lados. La grandeza de ese pensamiento provocativo y "escandaloso" viene del entendimiento de que la ortodoxia es incapaz de dar respuestas a las preguntas más cruciales y que es preciso estar atento para no transformar la propia herejía en una nueva doctrina. En un testimonio contenido en el film "Pasolini Enragé" (Pasolini iracundo), del francés Jean-André Fieschi, el poeta y cineasta dice: "Pido (...) que consideren todo qué yo dije como pretextual (...). En la realidad, no dije las cosas que gustaría y debía haber dicho y ninguno de nosotros consigue decir estas cosas. Las cosas verdaderas y sinceras solo consiguen ser dichas raramente, en los instantes de inspiración poética".Los fascistas ya no se distinguían en la Italia de post-guerra. Podían ser jóvenes o viejos, estar tanto a la derecha como a la izquierda. Para Pasolini, el nuevo fascismo era la propia sociedad de consumo, de la cultura de masa y de la televisión y su consenso desasrrollista: producir y consumir. Y producir sobretodo cuerpos adiestrados y aptos a ésas dos funciones, eliminando en el proceso todo lo que fuese marginal o diferente: "Nunca ningún hombre debe haber sido tan normal y conformista cuanto el consumidor".Hoy, ese pensamiento es al mismo tiempo visionario e inconcebible. Solo puede sobrevivir como paradoja. El mundo se globalizó. En Italia, Berlusconi llegó a Primer ministro. Y el arte para Pasolini era una aventura quijotesca, un acto de resistencia contra a la homogeneización, contra la transformación de todos en pequeños burgueses consumidores. Para él, la supervivencia del artista (y del intelectual) dependía de una guerra contra la uniformización y el consenso, porque el artista es (o venía a ser) la alteridad, la marginalidad y la diferencia. Esa guerra parece en gran parte perdida. Basta preguntar a un joven poeta, escritor o cineasta lo que piensa de lo siguiente: "Si un autor de versos, de romances, de películas, encuentra complicidad, connivencia o comprensión en la sociedad en la cual trabaja, no es un autor. Un autor solo puede ser un extraño en una tierra hostil: habita la muerte, aunque habite la vida". Y es bien posible que el joven artista, preocupado con su inserción en el mercado (ocupado en hacerse consumir), pregunte de a su vez si ésta no sería, al final, la declaración de un fascista.
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