Por: Irma Velasco P.
30 de septiembre de 2005. El profeta Mahoma fue retratado con una bomba sobre la cabeza, en lugar de su habitual turbante. Se trataba de una serie de 12 caricaturas, que el diario danés Jyllands Postem se permitió hacer del fundador del Islam. Pero si la intención era la de realizar una sátira humorística, la reacción del mundo árabe estuvo lejos de la risa, y muy por el contrario, las respuestas alcanzaron el sinsentido: las embajadas de Dinamarca y Noruega en Siria fueron incendiadas, el gobierno danés cerró sus sedes diplomáticas en Pakistán, Indonesia e Irán, y seis meses después, medio centenar de personas perdió la vida- en nombre de Alá- durante las insistentes protestas en contra de las viñetas.
Febrero de 2007. Un informe sobre el cambio climático es presentado por las Naciones Unidas. ¿Su contenido? Un termómetro global que marcará 6,4 grados de más a finales de siglo, con la anunciada consecuencia de la subida de temperaturas, el aumento del nivel de los mares, de las sequías e inundaciones, además de fuertes catástrofes naturales.
19 de marzo de 2007. Estados Unidos conmemoró el cuarto aniversario del inicio de la guerra en Irak, en medio de una presión creciente para finalizar un conflicto, que se ha cobrado la vida de unos 3.200 soldados estadounidenses y decenas de miles de iraquíes.
21 de marzo de 2007. Britney Spears salió del centro de rehabilitación Promises de Malibú, tras concluir un tratamiento de un mes. La princesa del pop espera reactivar su carrera, que se encuentra en pausa desde el lanzamiento de su disco In the Zone en 2003.
Esta lista de hechos no parece más que eso, una simple enumeración de sucesos que pueden estar conectados o no guardar ninguna relación entre sí. ¿Qué tienen en común las mañuderias de una celebridad, que ha dejado una exitosa carrera en suspenso, con los inusuales efectos causados por las caricaturas de Mahoma? Para un grupo de filósofos y sociólogos, que se ha propuesto la tarea de comprender qué sucede en la vida contemporánea, se trata de una serie de indicios que permiten ver al mundo de cierta manera o más bien, a través de cuatro distintas miradas.
Para el sociólogo británico Zygmunt Bauman, la inestabilidad en la profesión de la cantante americana, se ilustra con una metáfora que él llama: La vida líquida. “Hoy nos enfrentamos a una vida precaria y de continuas incertidumbres, en la que las mayores preocupaciones nacen por el temor al fracaso, por el miedo a quedarse atrás y no seguir velozmente el ritmo de los sucesos”, escribe el autor en su libro homónimo.
En la vida actual, insiste el británico de 81 años, nada tiene contornos nítidos, fijados con solidez previamente para todos. A su parecer, esto influye en las relaciones humanas, precarias también, en cuanto las personas no quieren sentirse ‘enjauladas’.
Además del retrato de una sociedad estresada por la necesidad de renovación y cambio, en la que el amor también es líquido, Bauman se refiere a un mundo efímero que ha sustituido a los héroes por las celebridades. “Mientras hace 30 años, el ámbito de la cultura, se caracterizaba por ser repetitivo e idéntico en el tiempo, hoy se ha convertido en algo líquido, difícil de gestionar y rebelde, bajo la lógica del consumo excesivo como los otros aspectos de la vida cuotidiana”.
Finalmente, el investigador propone una distinción interesante, una especie de nueva separación de clases: Por un lado, existe una clase culta, voluntariamente híbrida, con expectativas extraterritoriales, que se traslada constantemente de un lugar a otro y cambia continuamente estilos de vida y de consumo más allá de las fronteras nacionales, lingüísticas y culturales. Por otra parte, está el pueblo que pertenece a una unidad política territorialmente circunscrita, a un estado y a una comunidad jerárquica, fiel a sus valores y tradiciones. Entre las dos partes, escribe el autor, se desarrolla un diálogo entre sordos.
Muy cercano a este concepto de incertidumbre, es el postulado defendido por el alemán Ulrich Beck en su texto de referencia, La Sociedad del Riesgo.
Según Beck, el terrorismo, las epidemias, las crisis económicas y energéticas o los problemas climatológicos, confirman esta interpretación de la modernidad.
“El mundo moderno, con su ritmo vertiginoso crea profundas diferencias entre el lenguaje del riesgo controlable en el cuál pensamos y actuamos y las formas de la inseguridad no controlable, también creadas por nosotros”, escribe el autor.
En pocas palabras, el desarrollo tecnológico crece a tal ritmo, que ciertas innovaciones difícilmente pueden ser incorporadas a nuestras medidas de seguridad, de la misma manera que no pueden ser designadas por el lenguaje. Beck piensa por ejemplo, en los dispositivos de las reservas radioactivas. Es una cuestión de tiempo, pero también de fe.
Mientras una vez, la filosofía de la seguridad se basaba en una especie de confianza existencial, que permitía que el tomar una avión no requiera más tramite que el llenar un formulario en el que respondíamos negativamente a la pregunta ¿es usted terrorista?, hoy, indica el autor, se ha institucionalizado una cierta desconfianza existencial traducida en el los rigurosos controles de los aeropuertos.
Sin embargo y a pesar del pánico colectivo que, obliga por ejemplo a que sedientos turistas en la Unión Europea, no puedan entrar a ciertos museos con botellas de agua, por el peligro de posibles bombas líquidas, esta cultura de la inseguridad es, según el estudioso alemán, conciente de que conservar permanentemente la seguridad es altamente riesgoso, pues amenaza la libertad y la capacidad de innovación.
Desde Estados Unidos llega la visión del pensador político Samuel Huntington, con la obra El Choque de Civilizaciones, uno de los libros que más polémicas ha causado en los últimos tiempos, puesto que propone una configuración geopolítica del mundo, muy criticable.
Durante las décadas de la guerra fría, expone Huntington, los conflictos mundiales tenían raíces de orden ideológico y económico; inicialmente el planeta estaba configurado en dos bloques, el occidental o capitalista y el bloque comunista. La caída del comunismo, ayudó a reforzar un resurgimiento o una reafirmación de viejas civilizaciones. Resurgimiento que ha comportado un rechazo, de todo aquello que proviene de Occidente, que han supuesto un retorno a los más autóctonos orígenes culturales: unos orígenes que son fundamentalmente religiosos. Así, pues, emergen unas viejas civilizaciones, que tienen en la religión su más profunda identidad Pero el autor va más allá y apuesta por la siguiente predicción: “El occidente será amenazado por una serie de enemigos, de los cuales, el mundo árabe será el más duradero y peligroso”.
Mientras que para algunos, los atentados del 11 de septiembre de 2001 dieron a esta frase, escrita en 1997, un poder visionario, para otros significó reavivar un doloroso debate sobre una teoría, que no ve distinciones entre el mundo musulmán y sus seguidores fundamentalistas.
Lejos de la polémica y aplaudido por la comunidad internacional, el economista indio Amartya Sen nos regala un nueva visión sobre la economía y los conceptos de desarrollo.
Su trabajo, cuestiona los parámetros actuales para determinar los niveles de progreso. Para Sen, éste no puede medirse con los usuales productos brutos per cápita. Es necesario avanzar hacia una visión más amplia y real que no sólo se relaciona con satisfacer las necesidades básicas de nutrición, salud y vivienda, sino que incluye las de cultura, participación y productividad.
En ese sentido, es importante para una persona el poder tener opciones de trabajo, es decir el poder elegir, así como es fundamental cultivarse a través de la cultura; tener acceso al conocimiento, a las artes y a la tecnología. En el fondo, asegura el premio Nóbel de economía, se trata de promover la libertad.
Bajo ese mismo concepto, influye también el tener una vida estimulante y un autoestima elevado. Todo ello debe medirse porque hay progreso, cuando hay avance en esas capacidades. Es así que el economista pone de ejemplo a Costa Rica, como una sociedad modesta, pero humanamente exitosa.
Aunque no tengan la última palabra, cuatro de los pensadores más importantes de la actualidad, contribuyen con sus ideas a la radiografía de la sociedad contemporánea, a ver bajo sus ojos lo que quizás este sucediendo...
Los pensadores y sus obras
Zygmunt Bauman – Vida Líquida
Ulrick Beck- Sociedad del Riesgo
Samuel Huntington – El Choque de Civilizaciones
Amartya Sen – Etica y Economía.
Febrero de 2007. Un informe sobre el cambio climático es presentado por las Naciones Unidas. ¿Su contenido? Un termómetro global que marcará 6,4 grados de más a finales de siglo, con la anunciada consecuencia de la subida de temperaturas, el aumento del nivel de los mares, de las sequías e inundaciones, además de fuertes catástrofes naturales.
19 de marzo de 2007. Estados Unidos conmemoró el cuarto aniversario del inicio de la guerra en Irak, en medio de una presión creciente para finalizar un conflicto, que se ha cobrado la vida de unos 3.200 soldados estadounidenses y decenas de miles de iraquíes.
21 de marzo de 2007. Britney Spears salió del centro de rehabilitación Promises de Malibú, tras concluir un tratamiento de un mes. La princesa del pop espera reactivar su carrera, que se encuentra en pausa desde el lanzamiento de su disco In the Zone en 2003.
Esta lista de hechos no parece más que eso, una simple enumeración de sucesos que pueden estar conectados o no guardar ninguna relación entre sí. ¿Qué tienen en común las mañuderias de una celebridad, que ha dejado una exitosa carrera en suspenso, con los inusuales efectos causados por las caricaturas de Mahoma? Para un grupo de filósofos y sociólogos, que se ha propuesto la tarea de comprender qué sucede en la vida contemporánea, se trata de una serie de indicios que permiten ver al mundo de cierta manera o más bien, a través de cuatro distintas miradas.
Para el sociólogo británico Zygmunt Bauman, la inestabilidad en la profesión de la cantante americana, se ilustra con una metáfora que él llama: La vida líquida. “Hoy nos enfrentamos a una vida precaria y de continuas incertidumbres, en la que las mayores preocupaciones nacen por el temor al fracaso, por el miedo a quedarse atrás y no seguir velozmente el ritmo de los sucesos”, escribe el autor en su libro homónimo.
En la vida actual, insiste el británico de 81 años, nada tiene contornos nítidos, fijados con solidez previamente para todos. A su parecer, esto influye en las relaciones humanas, precarias también, en cuanto las personas no quieren sentirse ‘enjauladas’.
Además del retrato de una sociedad estresada por la necesidad de renovación y cambio, en la que el amor también es líquido, Bauman se refiere a un mundo efímero que ha sustituido a los héroes por las celebridades. “Mientras hace 30 años, el ámbito de la cultura, se caracterizaba por ser repetitivo e idéntico en el tiempo, hoy se ha convertido en algo líquido, difícil de gestionar y rebelde, bajo la lógica del consumo excesivo como los otros aspectos de la vida cuotidiana”.
Finalmente, el investigador propone una distinción interesante, una especie de nueva separación de clases: Por un lado, existe una clase culta, voluntariamente híbrida, con expectativas extraterritoriales, que se traslada constantemente de un lugar a otro y cambia continuamente estilos de vida y de consumo más allá de las fronteras nacionales, lingüísticas y culturales. Por otra parte, está el pueblo que pertenece a una unidad política territorialmente circunscrita, a un estado y a una comunidad jerárquica, fiel a sus valores y tradiciones. Entre las dos partes, escribe el autor, se desarrolla un diálogo entre sordos.
Muy cercano a este concepto de incertidumbre, es el postulado defendido por el alemán Ulrich Beck en su texto de referencia, La Sociedad del Riesgo.
Según Beck, el terrorismo, las epidemias, las crisis económicas y energéticas o los problemas climatológicos, confirman esta interpretación de la modernidad.
“El mundo moderno, con su ritmo vertiginoso crea profundas diferencias entre el lenguaje del riesgo controlable en el cuál pensamos y actuamos y las formas de la inseguridad no controlable, también creadas por nosotros”, escribe el autor.
En pocas palabras, el desarrollo tecnológico crece a tal ritmo, que ciertas innovaciones difícilmente pueden ser incorporadas a nuestras medidas de seguridad, de la misma manera que no pueden ser designadas por el lenguaje. Beck piensa por ejemplo, en los dispositivos de las reservas radioactivas. Es una cuestión de tiempo, pero también de fe.
Mientras una vez, la filosofía de la seguridad se basaba en una especie de confianza existencial, que permitía que el tomar una avión no requiera más tramite que el llenar un formulario en el que respondíamos negativamente a la pregunta ¿es usted terrorista?, hoy, indica el autor, se ha institucionalizado una cierta desconfianza existencial traducida en el los rigurosos controles de los aeropuertos.
Sin embargo y a pesar del pánico colectivo que, obliga por ejemplo a que sedientos turistas en la Unión Europea, no puedan entrar a ciertos museos con botellas de agua, por el peligro de posibles bombas líquidas, esta cultura de la inseguridad es, según el estudioso alemán, conciente de que conservar permanentemente la seguridad es altamente riesgoso, pues amenaza la libertad y la capacidad de innovación.
Desde Estados Unidos llega la visión del pensador político Samuel Huntington, con la obra El Choque de Civilizaciones, uno de los libros que más polémicas ha causado en los últimos tiempos, puesto que propone una configuración geopolítica del mundo, muy criticable.
Durante las décadas de la guerra fría, expone Huntington, los conflictos mundiales tenían raíces de orden ideológico y económico; inicialmente el planeta estaba configurado en dos bloques, el occidental o capitalista y el bloque comunista. La caída del comunismo, ayudó a reforzar un resurgimiento o una reafirmación de viejas civilizaciones. Resurgimiento que ha comportado un rechazo, de todo aquello que proviene de Occidente, que han supuesto un retorno a los más autóctonos orígenes culturales: unos orígenes que son fundamentalmente religiosos. Así, pues, emergen unas viejas civilizaciones, que tienen en la religión su más profunda identidad Pero el autor va más allá y apuesta por la siguiente predicción: “El occidente será amenazado por una serie de enemigos, de los cuales, el mundo árabe será el más duradero y peligroso”.
Mientras que para algunos, los atentados del 11 de septiembre de 2001 dieron a esta frase, escrita en 1997, un poder visionario, para otros significó reavivar un doloroso debate sobre una teoría, que no ve distinciones entre el mundo musulmán y sus seguidores fundamentalistas.
Lejos de la polémica y aplaudido por la comunidad internacional, el economista indio Amartya Sen nos regala un nueva visión sobre la economía y los conceptos de desarrollo.
Su trabajo, cuestiona los parámetros actuales para determinar los niveles de progreso. Para Sen, éste no puede medirse con los usuales productos brutos per cápita. Es necesario avanzar hacia una visión más amplia y real que no sólo se relaciona con satisfacer las necesidades básicas de nutrición, salud y vivienda, sino que incluye las de cultura, participación y productividad.
En ese sentido, es importante para una persona el poder tener opciones de trabajo, es decir el poder elegir, así como es fundamental cultivarse a través de la cultura; tener acceso al conocimiento, a las artes y a la tecnología. En el fondo, asegura el premio Nóbel de economía, se trata de promover la libertad.
Bajo ese mismo concepto, influye también el tener una vida estimulante y un autoestima elevado. Todo ello debe medirse porque hay progreso, cuando hay avance en esas capacidades. Es así que el economista pone de ejemplo a Costa Rica, como una sociedad modesta, pero humanamente exitosa.
Aunque no tengan la última palabra, cuatro de los pensadores más importantes de la actualidad, contribuyen con sus ideas a la radiografía de la sociedad contemporánea, a ver bajo sus ojos lo que quizás este sucediendo...
Los pensadores y sus obras
Zygmunt Bauman – Vida Líquida
Ulrick Beck- Sociedad del Riesgo
Samuel Huntington – El Choque de Civilizaciones
Amartya Sen – Etica y Economía.
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