Por: Mónica Heinrich V.
Siempre he sentido particular curiosidad por los asesinos, más aún si son seriales o masivos. Lo mío, sin embargo, no obedece al morboso interés de enviarle cartas a los que están cumpliendo su pena en prisión, o de comprar a través de Internet los legados macabros que otros, igual de macabros seres, subastan al público. No, mucho menos tendría una fantasía amorosa que me haga declarar: “Dylan, quiero tener tus hijos”, escrito en una web por una adolescente, haciendo referencia a Dylan Klebold (uno de los autores de la masacre de Colombine).
Lo que siento es una curiosidad y perturbación de orden científico-existencial, encabezada por las siguientes preguntas: ¿Cómo alguien puede quitarle la vida a otro ser humano deliberadamente? ¿Cómo alguien puede infringirle sufrimiento a otra persona, por el sólo placer de verla sufrir? ¿Cómo alguien puede encontrar solaz y satisfacción en el hecho de apretar el gatillo?.
La psicología ha dado muchas respuestas. De hecho la mayor parte de los asesinos más “famosos” de la historia tenían un historial plagado de problemas mentales, ambientes familiares disfuncionales y claro, una personalidad que fue deteriorándose al pasar los años, a vista y paciencia de familiares, vecinos, amigos, conocidos.
Este 2008, por ejemplo, ha sido sacudido, con tiroteos varios ocurridos en los primeros meses del año en USA. Algo que alcanzó su punto culminante con la masacre de Virginia Tech, protagonizada por un cabreado Cho Seung-hui.
Cho, de 23 años, se llevó consigo a la tumba a 33 personas. Para los que, como yo, seguían el caso hipnotizados, Cho dejó 27 videos junto con un manifiesto escrito de unas 1800 palabras. Una de sus citas textuales es: "¿Saben qué se siente al ser humillado y empalado en una cruz?¿Y dejado desangrar hasta la muerte para su diversión? Nunca han sentido ni una simple onza de pánico en sus vidas [...]"
Si leyeron hasta aquí, no se han equivocado de reseña…sigo hablando de No es país para viejos. El caso es que en los tiempos que corren, da la impresión de que cada día hay más gente enferma y perturbada, cansada de vivir, agobiada por la soledad contemporánea de una sociedad individualista a la que no le importa más que el bien propio.
Los hermanos Coen parten de ese bello título que lo dice todo: “No es país para viejos” y sitúa la acción en plena frontera de Texas, a principios de los 80s. En un paraje donde se respira la paz que antecede a una tormenta, Llewelyn Moss encuentra un escenario sangriento.
Al calor de un enfrentamiento entre narcos, la cocaína y los 2 millones de dólares que se iban a intercambiar quedaron sin “dueño”.
Llewelyn, que se dedica a la caza, inspecciona el lugar y decide tomar la maleta con el dinero. Lo que comienza como una “avivada” de su parte, termina como una “boludez”. El bruto que se hace con la plata, regresa a la escena al día siguiente, y claro…ahí ya están los verdaderos “dueños” buscando su dinero y su cocaína. En ese punto se empieza a desarrollar una persecución en la que el gato juega al ratón y viceversa.
Paralelamente vemos a un casi retirado Tommy Lee Jones interpretar al sheriff Bell. Un sheriff que ya las ha visto todas, y que siente que su trabajo se ha vuelto cada vez más difícil, porque las cosas han cambiado tanto desde que él era niño, que casi no reconoce su ciudad.
En medio de todo, surge el personaje inmortalizado ya, por Javier Bardem. Anton Chigurh es un asesino serial despiadado, cínico, plano afectivamente, sagaz y terriblemente perturbado. Acompañado por algo que no sé si es un tanque de aire comprimido, o qué!, pero que resulta ser el arma homicida más tenebrosa que he visto en la vida, Antón se echará al plato varios muertitos.
Estos tres personajes se mezclan por azar, y comparten un mismo fin aunque distintos motivos. Aparece fugazmente Woody Harrelson, interpretando a un detective que conoce al dedillo a Antón, y que precisamente sabe que con ese pendejo, no se juega.
Durante casi dos horas seguimos la historia espantados y, sí, algo emputados. Porque si bien el argumento es fuerte, profundo y rico en apreciaciones, existen cabos sueltos que le hacen perder validez…cosa que me hizo pensar en conseguir el teléfono de los Coen y putearlos hasta desmayarme.
Aún así, el final duro, emotivo y abierto a todas las interpretaciones, rescata la película y te deja con una sensación asquerosa. No tanta como la de Petróleo Sangriento (la de Daniel day Lewis), pero sí lo suficiente como para pensar en el personaje de Bardem durante muchos días y plantearte qué carajos significa el sueño del sheriff Bell, entre otras cosas.
No es país para viejos, derrama melancolía…una melancolía que nos lleva a los 80s, como si a partir de entonces todas las quimeras hayan desparecido y lo que en su momento fueron sueños de grandeza, haya dado paso a un mundo donde no existen héroes ni villanos, simplemente desolación.
Actuaciones soberbias dan vida a todos los personajes, que incluso en las más absurdas situaciones y con escenas que para el espectador son como una hoja en blanco a medio escribir, consiguen rescatar lo insalvable. Bardem convierte a su asesino en uno de los más memorables del cine. El Oscar que se llevó este año es una deuda que la academia tenía pendiente desde el parapléjico de Mar Adentro e incluso desde su espectacular interpretación de Reinaldo Arenas en Antes que anochezca. Tommy Lee Jones con su mirada diáfana, dolorida y resignada del sheriff Bell, es una oda a la sobriedad.
Con una fotografía exquisita, que maneja los ritmos del argumento y una banda sonora inteligente, que resuena y guarda silencio en los momentos justos, la última película de los Coen no decepciona. Pero no decepciona, porque nosotros los niños de ayer, los jóvenes de hoy y los viejos de mañana, sabemos, tenemos conciencia de que estos días no son como los de antes.
Quizás el hecho de que la acción se sitúe en Texas, lugar de origen del bellaco de George W. Bush, y que el argumento giro en torno a la inmoralidad y la arbitrariedad para llevar a cabo actos barbáricos, no sea tan fortuito.
Lo mejor: Brillantes actuaciones y una temática impactante
Lo peor: Cabos sueltos y que nos ven la cara de borregos con algunas cosas
La escena: La de la moneda en la tienda
Lo más falsete: La muerte de cierto personaje importante
El mensaje manifiesto: “No hay absolución posible para el hombre”
El mensaje latente: Antes no estábamos tan jodidos
El consejo: Paciencia
La pregunta: ¿Cuán tardaron en elucubrar el sueño de Jones?
La web: http://www.nocountrymovie.com/
http://www.nocountryforoldmen.co.uk/intl/es/
CURIOSIDADES
· Javier Bardem y su frase "Call it, friendo" (Tú decides, amigo), que pronuncia en No country for and old men fue designada ayer como la más influyente del cine de 2007 en la cultura estadounidense.
· El título de la película está sacado del poema de W.B. Yeat, "Sailing to Byzantium"
· La película está basada en la novela homónima de Cormac McCarthy, considerado como uno de los cuatro mayores novelistas americanos de su tiempo, junto a Thomas Pynchon, Don DeLillo y Philip Roth.
· La película es dirigida por Joel y Etha Coen, primera vez que ambos aparecen en los créditos como directores. En la industria se les conoce por el apodo de "el director bicéfalo" (the two-headed director). Muchos actores que han trabajado con ellos cuentan la anécdota de que al estar tan compenetrados, al hacer una pregunta, sobre el guión o sus personajes a cada uno de ellos, reciben exactamente la misma respuesta de cada hermano.
· Bardem dijo que basó su personaje de asesino serial en el presidente americano George W. Bush.
1 comentario:
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